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POR VELIA GOVAERE - ACTUALIZADO EL 6 DE MARZO DE 2016 A: 12:00 A.M.

http://www.nacion.com/opinion/foros/insoportable-encanto-populismo_0_1546845303.html

Costa Rica es presa fácil de quienes se empoderen mediáticamente de nuestros resentimientos

 

Yo sí estoy preocupada. La victoria de Donald Trump es una posibilidad cada vez más real en el horizonte republicano. En las tiendas demócratas, Bernie Sanders es también una amenaza de quimeras irrealizables. Si eso ocurriera, y la perspectiva no es lejana, el panorama político de Norteamérica sería un factor más de turbulencia en el ya complejo y difícil escenario internacional.


La perspectiva de un triunfo de Trump asusta tanto que el Partido Republicano estaría dispuesto a congregarse bajo cualquier estandarte capaz de detenerlo. Aún no se sabe si será Cruz o Rubio, derechistas de ascendencia cubana, que compiten con sus extremismos, esperando, con un segundo lugar, el apoyo del establishmentrepublicano.


A ese punto hemos llegado, con un candidato que se les va de las manos y toma por asalto la sobresaltada tienda de la derecha.


No es para menos. El catecismo de Trump es para asustar al más plantado. Defiende la tortura, pondría un muro en la frontera con México, renegociaría el Nafta y deportaría a 11 millones de inmigrantes ilegales.


En política internacional, destruiría toda posibilidad de influencia positiva de Estados Unidos en Oriente Medio, porque pone bajo sospecha prácticamente a todos los musulmanes. Quiere vigilar las mezquitas, impedir la entrada a todos los musulmanes y bombardear las zonas bajo control del Estado Islámico. Juzga preferible la situación que existía bajo Gadafi o Husein. Pero no termina ahí. Le enseña los dientes a China, y dice que la obligaría a revaluar su moneda, con una guerra comercial, para favorecer la venta de productos norteamericanos. Y bueno… lo usual. Hasta el cambio climático es, para él, una invención “izquierdista”.


Muchos se tranquilizan, porque las propuestas de Trump son tan disparatadas como imposibles de llevar a cabo. Eso, suponen ellos, lo hace menos amenazante. Una vez presidente –piensan– la realidad lo moderaría. Yo no estaría tan segura.


La historia tiene muchos ejemplos en sentido contrario. Guardando las distancias del caso, en la patria del abuelo de Trump, eso mismo pensó Hindenburg, cuando nombró a un canciller, en 1933, pensando que se moderaría, una vez en el cargo.


Sanders, en las tiendas demócratas, es menos amenazante, es cierto, pero igualmente irrealista. Gana popularidad con retórica contra ricos, bancos y libre comercio, pero su propuesta de salud universal y educación superior gratuita, con cargo al presupuesto federal, lo financiaría con aumento de impuestos y supondría un inaudito crecimiento de más del 40% del Estado. Pero él, en cambio, asegura que, con todo y el aumento impositivo, al contribuyente le quedaría aún para ahorrar. ¡Baíleme ese trompo en una uña!


Es atractivo ese chocolate sin cacao, con lustre anticlasista y adornado de frases compasivas, sin importar lo contradictorio y hueco, y está siendo tan popular que tiene a Hillary Clinton contra las cuerdas.


El tren de Bernie avanza menos aplastante que el de Donald, pero su victoria es tan factible como desafortunada.


En estos tiempos absurdos, la negatividad se convierte en bandera; la experiencia política, en debilidad; y la improvisación, en fortaleza.


La denuncia indiscriminada contra el establishment se traduce en borrachera incontinente de simplezas. El orden político tradicional está en el aire. El statu quo está en crisis y lo nuevo es atractivo por sí mismo, no por su sustancia.


Las frustraciones dominan el tablado electoral, las decepciones dictan la agenda del día y las frases de impacto tienen más peso que los análisis fundamentados.


En todas las tiendas, bajo todas las banderas, quienes dicen lo que se quiere escuchar avanzan en las encuestas y los rebeldes a doblegarse ante los vientos dominantes del populismo en boga a duras penas se sostienen. Por eso creo que es más sano inquietarse que dar por descontada la derrota de la retórica en las urnas norteamericanas, en noviembre próximo.


¿Qué vientos empujan esas naves? La prensa, por un lado, multiplica cualquier exceso. Pone una cuota de impacto en cada exabrupto de Trump y endulza el paladar social con cada quimera de Sanders. Pero la prensa es solamente el mensajero. El mensaje cala porque existe un electorado lleno de rencores, frustrado con un sistema de promesas incumplidas, democracia disfuncional y gobernabilidad disminuida. Eso lo hace receptivo.


En el discurso populista de todos, ocupa un espacio privilegiado la impunidad de los abusos bancarios que llevaron al mayor padecimiento social de la posguerra. Ahí se socializaron las perdidas y se privatizaron las ganancias.


No en vano se superponen Sanders y Trump, casi verbatim, en la denuncia contra Wall Street, y califican a los gerentes de fondos de riesgo de delincuentes impunes y amenazan, ambos, con elevar impuestos a los ricos para repartirlos entre los pobres. El libre comercio es también blanco de los ataques de ambos.

Hillary Clinton es el último bastión de sensatez que todavía se sostiene con un discurso de sustancia contra fanfarria, de política pública contra retórica y de prosa contra fábula. Se sostiene, aún, contra un Bernie engrandecido en rutas de alegría plagadas de fáciles promesas.


Fatigada de lo mismo, que cada vez promete ser diferente, Costa Rica también está llena de desencantos que la hacen presa fácil de quienes se empoderen mediáticamente de nuestros resentimientos. ¿Cómo evitarlo, en la contienda electoral que se aproxima, si solo escuchamos las voces que nos digan lo que queremos oír?


Queremos un bucólico pasado ilusorio y un futuro quimérico, pero, sobre todo, sin ningún esfuerzo propio. Estamos en tiempos difíciles, pero queremos que se nos diga que es hora de llevar al matadero las pocas vacas flacas que nos quedan.


Es el insoportable encanto del populismo, que nos nace desde dentro y que a tantos pueblos ha llevado al abismo. Pongamos las barbas en remojo, que las del vecino del norte arden.


La autora es catedrática de la UNED.